Una vez -¿3 años atrás?- pedí a gritos que alguien parara este tren (ver) porque básicamente siempre he tenido un estúpido miedo a crecer.
Hoy estoy cumpliendo dos décadas de vida y probablemente vuelva a mí toda esa historia fantástica en la que el niño se va a Neverland y jamás crece, esa que me aprendí para poder empreder mi viaje a ese lugar, sin darme cuenta que en el intento estaba dejando a esa niña atrás, preocupándome por trivialidades como el tiempo y su transcurso en vez de disfrutar lo que el paso de éste me dejaba.
Tenía mucho por decir pero ahora no sé cómo hacerlo... creo que me faltan palabras y me sobran sentimientos.
Cada cumpleaños, como cada 31 de diciembre, intento hacer un recuento de todo lo que pasó en el año anterior y no tengo más que agradecer a la vida por todo lo que me ha brindado, por los obstáculos, por los sueños realizados y bueno, sé que me queda mucho por vivir si Dios, porque creo en Él, me lo permite.
Los cambios que son necesarios y que últimamente quiero hacerlos evidentes para sentir que en verdad he avanzado y no he crecido en vano... corte de cabello, tatuaje en la muñeca.
Y sí, tengo a los mejores amigos del mundo y a la familia más divertida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario